Elegir psicólogo/a

La psicología es una ciencia cada vez más aceptada a nivel popular, en cambio, sigue generando mucha desconfianza entre sus potenciales usuarios, siendo este el último recurso al que recurrir, acudiendo muy tarde o abandonando el proceso de forma impulsiva ante la sensación de alivio o la impaciencia por la rapidez de los cambios.

Todo esto nos lleva a una cuestión de escepticismo en la profesión, ya que se pone a prueba constantemenete la eficacia de la metodología empleada o la praxis del profesional.

En cambio, al igual que en otras muchas profesiones de la salud, es muy importante que tengamos en cuenta una serie de mínimos que garanticen la calidad de la atención que vamos a recibir. Lo demás, ¡es pura química! te cuento a continuación.

Los mínimos

La cantidad de intrusismo laboral y sobreinformación nos hace ver la psicología desde el esoterismo y el marketing. En cambio, es una actividad volcada en la ayuda responsable de los demás bajo el único objetivo de mejorar su calidad de vida.

El o la profesional debe seguir un código deontológico (código moral que vela por la salud del paciente) y seguir unas garantías formativas:

  • Grado o licenciatura en Psicología
  • Máster General Sanitario o habilitación para el ejercicio sanitario/clínico
  • Número de colegiación y seguro de responsabilidad civil
  • Formaciones de especialización complementarias y compromiso formativo continuo

Una vez asegurados estos requisitos, debemos tomar aliento y observar si encajamos o no con el profesional, escuchar nuestras propias sensaciones, descubrir si hay 'química'.

La 'química' terapéutica

La comunicación no verbal del psicólogo/a, su nivel de cercanía y comprensión sobre el problema establecerá en las primeras sesiones si su forma de trabajo encaja contigo. Ten en cuenta que como seres humanos no nos cae bien todo el mundo, el psicólogo/a puede no caernos bien o no lograr conectar con nosotros en su forma de trabajar. Si vamos a pasar por un camino complejo y hablar de cosas dolorosas será más cómodo si vamos acompañados de alguien que encaje con nosotros. 

Sensaciones negativas como la ansiedad previa a entrar, nerviosismo, miedo a ser evaluado/a, miedo a hablar de temas dolorosos, etc. (especialmente en las primeras fases de la terapia) son habituales en el proceso y no suponen una problemática en el avance de objetivos. Lo más importante es que sientas que es un espacio seguro en el que poder crecer a pesar del miedo y la angustia.

Esta sensación de seguridad, junto a la 'química' que comentaba inicialmente es lo que formará los pilares del vínculo terapéutico. El vínculo paciente-psicólo/a es el tren facilitador que nos ayuda a pasar por los momentos más difíciles y nos proporciona la incondicionalidad necesaria para confiar en el cambio, en un futuro en que todo se sienta mejor.

El buen trato terapéutico

No todo reace en el buen juicio personal para seleccionar a quien nos cae bien. Nuestro terapeuta puede ser alguien a quien nos encantaría tener como amigo/a, pero no lo es, es quien nos acompaña y ofrece seguridad y claridad. 

Para ello, te dejo unas claves que te pueden ayudar a establecer si la relación terapéutica te ofrece ese espacio respetuoso y sano de crecimiento.

  1. No te sientes juzgado/a. Puede que inicialmente pienses que lo que compartas en sesión cambiará la visión de tí, en cambio te sorprende ver que tu terapeuta lo acoge, te escucha y trata de comprender los motivos que han impulsado lo que te está sucediendo, se involucra en tí. Nunca te enjuicia por tus decisiones pasadas, sí puede anticiparte las consecuencias que tendrán decisiones futuras para ayudarte a hacer un balance de decisiones más consciente.
  2. Te escucha de verdad. Recuerda cosas comentadas en otras sesiones, te mira y asiente mientras hablas. Parte de información pasada para hablarte de la siguiente. Da importancia y valor a lo que piensas y sientes.
  3. Tus emociones son válidas. Comprende tus emociones y te ayuda a darles sentido y utilidad en tu historia personal. Te ayuda a detectarlas, ponerles nombre, regularlas y mitigar su intensidad.
  4. Te sientes cómodo/a. Aunque llegues con mucho agobio o haya sesiones de elevada intensidad, te transfiere seguridad y calma, puedes apoyarte y sentir que tiene un sentido en el camino de crecimiento personal.
  5. Establece límites en las sesiones. Intercambiáis confianza en el marco de unos límites claros sobre puntualidad, cancelaciones, cobros,... para que estas cuestiones no afecten al trabajo terapéutico.
  6. No decide por tí. Te ayuda a reflexionar sobre tus preocupaciones y enfrentar los problemas, generar alternativas y posibles consecuencias en la toma de decisiones. La decisión final es tuya, así como la responsabilidad sobre tus acciones. Normaliza el hecho de cometer errores.
  7. Es congruente contigo. Su forma de ver las dificultades y resolver las situaciones es congruente contigo, busca que te sientas cómodo/a con las herramientas utilizadas. Pregunta cómo te sientes al usarlas y qué resultados te han dado.
  8. Es claro/a con lo que te sucede. Al cabo de un mes tienes una visión más o menos clara de cuáles son los objetivos a trabajar. Comforme pasan las sesiones, van surgiendo otros nuevos, los cuales el profesional integra y explica.
  9. Se adecúa a tus ritmos. Informa en la medida que es necesario, trabajando los objetivos en su profundidad cuando estés preparado/a y tengas las herramientas adecuadas, trata de elegir el momento oportuno para abordarlo.
  10. Refleja tus logros. Te hace sentir orgulloso/a de tu proceso al recordarte, en algunas ocasiones, dónde estabas inicialmente y dónde estás ahora. Refleja tus avances y te otorga el mérito de haberlo logrado.

En resumen, es un espacio para

  • Poder hablar, sentirte importante y cuidado/a.
  • Consciente y seguro. Puedes tratar temas difíciles alejando la confusión y el miedo.
  • Ver un punto de partida y un avance . Un camino lleno de subidas y bajadas que te hace crecer. 

Que no te vendan la moto

Cuidado con lo que te grarantiza mejoras en un número concreto de sesiones. 

Los avances en terapia no son siempre cuantificables, ya que a la adquisición de herramientas se le añade mucho trabajo emocional y cognitivo. Estas sesiones, a pesar de no ser tan aparentemente prácticas, son las que aseguran cambios más estables en el tiempo y, por tanto, una mayor autonomía del paciente fuera de la terapia.

Recuerda que cada persona tiene sus propias circunstancias por lo que su proceso es individual. Cada uno necesitamos ritmo propio para la deconstrucción y construcción de nuevos aprendizajes, así como para tomar decisiones de cambio en nuestro contexto.

Espero que estas indicaciones hayan podido ayudarte y que tú también logres encontrar tu espacio seguro. Un abrazo.

- Patricia Rubio Fernández