¿ME AYUDARÍA IR AL PSICÓLOGO?

No es sencillo encontrar en uno mismo la necesidad de acudir. Algunas veces son otros los que reconocen el cambio en nosotros, son conscientes de la angustia por la que pasamos y deciden recomendarnos algún profesional que les ayudó o ayudó a un ser querido.

Empezamos a sentirnos mal, agobiados, desbordados e incluso nos habituamos a sensaciones que en algún momento creímos que sería imposible soportar.

Por ello, te traigo algunas señales que nos indican que la terapia es el lugar adecuado para solucionar estos conflictos. Si te sientes identificado/a puedes acudir con seguridad y la expectativa de que la psicología puede generar un efecto positivo en la mejora de tu calidad de vida. 

Si reconoces una o varias de estas señales en ti,  podrías necesitar asistencia psicológica.

La terapia puede resultar muy beneficiosa sobre la sensación de bienestar personal, la capacidad para realizar cambios importantes, asimilar situaciones difíciles o comunicar tus propias necesidades a los demás.


¿DEBERÍA ACUDIR MI HIJO/A AL PSICÓLOGO?

Los niños dan señales diferentes a las de los adultos para acudir a terapia, no reconocen el malestar de la misma forma que los adultos ni tampoco saben ubicar la causa de dicho malestar con facilidad.

Hay señales de cambios de conducta que pueden resultarnos preocupantes:

  • Más aplanado, con baja capacidad de disfrute, indiferente a todo, desinterés por actividades que antes solía disfrutar
  • Más irritable, con estallidos de ira sin motivo aparente, se aísla
  • Expresa sensación de falta de propósito, bajo sentido de la vida, necesidad de irse de este mundo o que todo sea mejor sin él/ella
  • Episodios de tristeza de larga duración, elevado llanto y aislamiento, falta de apetito
  • Dificultad para autorregularse y volver a la calma, expresión emocional en forma de estallido, gritos y elevada culpabilidad posterior
  • Conflictos con sus iguales, en su relación con sus amigos u otros compañeros del colegio
  • Negativa a ir al colegio, experimenta dolor de estómago y/o de cabeza, somatizaciones físicas sin causa médica localizada
  • Incapacidad para dormir solo/a, insomnio pesadillas o terrores nocturnos
  • Rabietas al entrar en el aula, incapacidad para separarse de los padres, elevada ansiedad y llanto
  • Mentiras y ocultamientos, falta de comunicación, problemas en su relación con la comida
  • Cambios repentinos de actitud con mucha hostilidad o cercanía sin saber comunicarnos qué está sucediendo
  • Cambios en las notas y la motivación académica

Algunas veces, el problema siempre ha estado presente, pero se ha ido intensificando o cambiando con el tiempo:

  • Problemas de conducta (ira excesiva, rabietas descontroladas, desobediencia, conductas agresivas verbales o físicas, miedos y obsesiones,…)
  • Retrasos en el desarrollo de la comunicación (señalar, contacto visual, habla y lenguaje)
  • Retraso en el control de esfínteres
  • Rechazo de alimentos
  • Problemas del aprendizaje (atención, baja adquisición de lectoescritura, dificultades de cálculo)
  • Malos hábitos de sueño
  • Bajo control tecnológico
  • Rituales o hábitos que siempre debe hacer de la misma manera
  • Problemas para relacionarse con sus iguales, hacer amigos, mantener el contacto la interacción en el juego
  • Problemas de autoregulación, autocontrol e impulsividad. Parece que no escucha, lo hace todo antes de atender a la explicación de lo que se va a hacer
  • Actitud competitiva, quiere hacerlo siempre el primero no tolera perder
  • Perfeccionismo, no admite los errores, lo deja sin hacer si cree que puede hacerlo mal
  • Baja tolerancia a la frustración, no realiza tareas que anticipa como complicadas, se percibe incapaz y se frustra tras pocos minutos intentándolo teniendo que dejarlo a medias

En cambio, en otras ocasiones, una circunstancia repentina sobreviene y el menor muestra dificultades para asimilarlo. En estos casos se dan cambios repentinos en la situación familiar o en su entorno cercano:

  • Muerte o enfermedad de un familiar
  • Padres que de pronto se incorporan a un trabajo absorbente
  • Nuevo miembro nace en la familia
  • Separación o divorcio de los padres
  • Cambios de colegio o de domicilio
  • Accidentes vivenciados en primera persona o que le suceden a alguien cercano
  • Discusiones y dificultades en casa
  • Discusiones y dificultades en el entorno escolar